QUENTIN TARANTINO -Hace películas de cine-

“(…) si hablamos del medio digital, del vídeo, porque eso para mí no es más que vídeo, eso que lo utilicen las telenovelas. Lo mío es el cine, y si me das a elegir, en tecnicolor” dice Tarantino en una entrevista concedida a El País.

Para mí, la diferencia fundamental, hoy en día, entre el cine y la televisión es el tiempo que hay para hacer el trabajo. No es lo mismo producir en dos años 120 minutos de ficción que producir 1200 en tan solo uno. Cambia todo. Los plazos del cine permiten plantear la obra de forma diferente.

El lenguaje audiovisual lleva más de cien años creando frases hechas, estructuras prefabricadas de narración muy útiles porque está demostrado que funcionan. Así, si tienes que montar una narración y no tienes demasiado tiempo, puedes usar esas estructuras prefabricadas: son sólidas y quedarán bien.

La televisión, lógicamente, hace uso de ellas de forma constante. El cine, desgraciadamente, también. Tarantino no.

El tiempo, el cine, permite y obliga a la reflexión sobre las formas narrativas. Si tienes mucho tiempo para cocinar un plato, no es de recibo que lo compres precocinado.

Creo que, para Tarantino, el tecnicolor, los 24 fotogramas, el celuloide, elementos que simbolizan el cine, son también símbolos de una manera de trabajar, cuya principal diferencia es el tiempo, el tiempo necesario para poder hacer algo verdaderamente tuyo.

Así, en el cine de Tarantino detectamos ese esfuerzo por no usar estructuras prefabricadas, por hacer una reflexión antes de rodar cada plano, por hacerlo finalmente de la forma más adecuada, no escogiendo la que más se parece a la adecuada de entre las que vienen en el catálogo, sino pensando de cero cómo se podría rodar, teniendo una idea y llevándola a cabo, lo haya hecho alguien antes o no.

De ahí, creo, esa sensación que tengo con su cine de estar viendo algo nuevo y sincero. De ahí también el entusiasmo que transmiten cada uno de sus planos, su impactante expresividad.

Otra cosa es que Tarantino no deje de usar constantemente lo que otros han hecho antes, de llenar sus películas de ideas de otros, escogiendo, al contrario de lo que haría un prudente plagiador, lo más pintoresco y característico de los demás.

La reflexión profunda sobre cómo plantear una secuencia no excluye usar las ideas de los otros, al contrario, se trata de aprovechar su legado sin disimulo en caso de que lo que ellos consiguieron es lo que se está buscando

Lo que suele ocurrir, sin embargo, es que esa idea de otro no encaja en un lugar que no es el suyo sin los retoques necesarios (lo que sí ocurriría con una estructura prefabricada). Adaptándola, Tarantino, suele llevar cualquier idea más lejos que nunca, de tal manera que no se puede decir que en el cine de Tarantino haya algo que no le pertenezca a él.

Desde esta perspectiva, la unidad formal del texto no es tan importante como la potencia expresiva de cada una de sus partes por separado. Pienso que, en base a este eclectisimo, las películas de Tarantino adquieren esa apariencia de collage de colorines.

Ahí es donde el director le debe mucho a la televisión, pues gracias a ella, a que todos somos televidentes, adictos al záping, hemos desarrollado la capacidad de pasar de una comedia frívola a un cadáver de teledario, de un anuncio de bombones a un gol, en una décima de segundo, sin pestañear. La coherencia es para todos nosotros cada vez menos importante, podemos “cambiar el chip” sin problemas. Eso libera al creador de una pesada carga.

La última reflexión hace referencia al uso del género como base del “cine Tarantino”. Desde mi punto de vista es una elección justa y coherente, la manera que el realizador ha encontrado para revindicar su autoría, pues en los géneros los espectadores descubrimos al autor por comparación: restemos a una película de Tarantino las convenciones de género para encontrarlo a él.

El género como lienzo en blanco, la reflexión y la ausencia de automatismos en cada pincelada como principio, y lo mejor de los mejores sobre la paleta.

Anomia